En esta etapa de gran convergencia tecnológica, la integración de tecnologías permite solucionar problemas presentes y aprovechar oportunidades. Un ejemplo de ello sería la relación entre las Ciudades Inteligentes y el Internet de las Cosas, que combinados generan numerosos beneficios, pero también amenazas y puntos débiles que deberíamos considerar.
Las Ciudades Inteligentes (Smart Cities), buscan la eficiencia y transparencia de los servicios facilitados a los ciudadanos. Su objetivo es mejorar la calidad de vida de los ciudadanos mediante la medición, evaluación y mejora de las infraestructuras y servicios que ofrece la ciudad −movilidad urbana, alertas metereológicas geolocalizadas, servicios de limpieza, reorganización gradual de los recursos destinados a una parte de la población en un momento o evento masivo circunstancial, etc.−.
Por otra parte, el Internet de las Cosas o IoT (por sus siglas en inglés), gracias a la conexión llevada a su máxima expresión, permite que seamos emisores y receptores de datos (y por consiguiente de información) a través de nuestros móviles, pulseras inteligentes, vehículos, sensores de medición, ropa o calzado con sensores, biosensores y otros dispositivos electrónicos con la capacidad de captar un dato, transmitirlo, procesarlo (según la capacidad del dispositivo), compartirlo, y generar una acción o consecuencia. Es decir, pasa a formar parte activa del funcionamiento de la red como un nodo con capacidad incluso de tomar decisiones.
Podemos hacernos por tanto una idea de la relación entre las Ciudades Inteligentes y el Internet de las Cosas, e incluso arriesgarnos a decir que más que una sinergia hay una fusión según los contextos de aplicación. Las oportunidades de esta fusión son conocidas por la mayoría, pero menos evidentes son sus amenazas o puntos débiles.
En este sentido Blockchain, una tecnología de Cadena de Bloques o red distribuida con gran impulso de la transparencia e inviolabilidad de la información que guarda y transmite, permite solventar los siguientes problemas:
- Seguridad: Los datos generados por las redes provenientes de sensores y equipos que soportan el IoT y las prestaciones de una Ciudad Inteligente tendrán diferentes niveles de seguridad con los que se debe cumplir. Los protocolos y algoritmos de seguridad de Blockchain (funciones Hash, claves criptográficas asíncronas, etc.) permiten controlar y gestionar el nivel de seguridad.
- Privacidad: La información emitida/transmitida/compartida debe tener el nivel de privacidad que el dueño de la misma haya demandado (considerando que hayan contado con su visto bueno). Para ello, como gestor de una red Blockchain será el propio usuario el que, según los dispositivos que ponga a emitir y recibir en las redes, proteja su privacidad.
- Autenticidad: El registro generado/compartido podrá sujetarse a las herramientas y funciones de comprobación de autenticación de Blockchain, gracias al uso de las claves públicas y privadas utilizadas. No es posible negar la autoría, ya que se ha utilizado la firma privada y nadie más que quien firmó conoce dicha clave.
- Fiabilidad: Todos los interesados en la información de una red (en el caso de Blockchain más aún) necesitan confiar no sólo en el remitente de la información sino también en la fiabilidad de la información. Blockchain, a través de su concatenación de bloques, la firma de cada uno y políticas de consenso y esfuerzo de trabajo, cubre este aspecto.
- Integridad: Lo que se emite/comunica/explota no debe perderse o modificarse. Este aspecto está más que garantizado con Blockchain debido a sus réplicas distribuidas, a su estructura de cadena y dependencia entre bloques para que salte la alarma de que algo o alguien ha modificado un registro y remediarlo.
Seguro que quedan más “problemas” por resolver, pero la ventaja es que con Blockchain tenemos más oportunidades, sólo tenemos que descubrirlas. De hecho, existen autores que ya sostienen que el IoT necesita un registro seguro, ¿será esa fusión y tendencia con Blockchain la que deberíamos potenciar ahora?